Por: Lic. Félix Santana García
Los presupuestos son sistemas que utilizan los gobiernos y las organizaciones para planificar y controlar los gastos y los ingresos.
Los presupuestos muestran un superávit (sobrante) o un déficit (faltante) cuando los ingresos del Estado son mayores o menores que sus gastos.
Los faltantes o déficits fiscales se financian con deuda pública o con más impuestos que antes o en el momento mismo de que el ser humano vaya a su última morada en el campo santo debe pagar directa o indirectamente.
Como se sabe la deuda pública representa los préstamos acumulados pedidos por el Estado a particulares. Es la suma de los déficits de años anteriores.
En el caso del corto plazo, a los economistas les preocupa la posibilidad de que los déficits públicos estructurales expulsen inversión.
Se sabe que los grandes déficits han hecho casi imposible que se pueda considerar seriamente la posibilidad de crear grandes programas o de aumentar significativamente los existentes.
Leyendo a Paul Samuelson, en pleno ejercicio de su profesión sostenía que los economistas complementan sus conocimientos de los presupuestos distinguiendo en el presupuesto efectivo el componente estructural y el cíclico.
El presupuesto estructural calcula lo que recaudaría y gastaría el Estado si la economía se encontrara en su nivel de producción potencial.
El presupuesto cíclico tiene en cuenta la influencia del ciclo económico en los ingresos fiscales, los gastos y el déficit.
En tanto se debe prestar mucha atención al déficit estructural ya que los cambios del déficit cíclico no son una causa de los cambios de la economía sino una consecuencia.
El gasto público, al ser la mayor entidad económica del país por un amplio margen, desempeña un papel fundamental en la determinación del patrón de consumo, de inversión y de beneficios de la economía.
Las industrias de los diferentes sectores económicos crecen cuando el Estado expande el gasto. Ahora bien se debe gastar con eficiencia pues el fraude, despilfarro, y abusos llevan a reclamar una reducción del gasto público y a pedir la privatización de muchas actividades del Estado.
La semana recién pasada, las autoridades gubernamentales dominicanas anunciaron que de forma tentativa o sujeto a revisión el déficit fiscal del año 2020 cerraría con un déficit fiscal de 7.7% del Producto Interno Bruto(PIB) el cual se había estimado originalmente en un 2.2% puramente fiscal y monetario sin que se incluyera en los cálculos del mismo una variable exógena e incontrolable como lo es la crisis sanitaria que actualmente afecta al país y al resto del mundo y extiende sus tentáculos de manera inclemente sobre la economía y la sociedad.
Organismos internacionales, como la Comisión Económica para América y el Caribe (CEPAL), Fondo Monetario Internacional (FMI), Banco Mundial (BM) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), informaban que la nación dominicana tendría un déficit fiscal del orden del 9.3% del PIB debido al aumento importante de los gastos y una baja estrepitosa de las recaudaciones impositivas y arancelarias, entre otros ingresos.
Este anuncio de las autoridades gubernamentales recién electas de que tentativamente el déficit presupuestal a final del año 2020 sería de un 7.7% y no de un 9.3% del PIB como se había estimado por entendido en la materia ha dado lugar a una andanada de críticas de uno o dos economistas que desde ya se autodenominan representantes de la oposición en materia económica ante el gobierno de turno.
Todo el que ha estudiado economía o finanzas, esta última rama de la primera sabe que el estimar o pronosticar en estas disciplinas del saber humano no es nada fácil ante actividades tan sensibles frente a los vaivenes de las variables, controlables e incontrolables, endógenas y exógenas.
Es válido cometer un error en ciclos de recesión, o de cambios constantes de las distintas variables económicas y financieras que integran la ecuación que llevará al resultado final del indicador esperado.
Es hasta llamativo que excelentes profesionales de la economía critican acremente o de forma sensacionalista el hecho de que se anuncie que debido a disciplina o frugalidad aplicada en el gasto público el déficit fiscal baje de 9.3% a 7.7% del PIB cuando se sabe que todo puede suceder en un ambiente tan turbulento como el que hoy vive la humanidad.
No hay porque hacer tanto ruido por el hecho de informarse que un indicador haya experimentado variación hacia la baja, pues el único beneficiario de tal resultado es la población más vulnerable por el hecho de que se hayan recortado gastos superfluos para aumentar el gasto social.
Realmente en tiempo de crisis o recesión eso es lo que cuenta y no el guarismo económico o financiero que se anuncie, cuando los más connotados economistas mundiales expresan que no hay que seguir con la aplicación de los métodos, principios y fundamentos ortodoxos de la economía ya que la humanidad se encuentra batallando contra un enemigo invisible, la pandemia o Covid-19, que hasta que no se haya vacunado la mayor parte de la población mundial no se puede volver a las normas y principios económicos tradicionales o convencionales.
Por otro lado, el hecho de que se haya emitido deuda o bonos soberanos por encima de lo necesario basado en las expectativas del momento no quiere decir que no se tenga la pericia en pronosticar o estimar el requerimiento de fondos frescos.
Sucede que no es tan fácil el hacer política fiscal y monetaria cuando el ambiente es tan turbulento o tan cambiante producto de un elemento llegado de forma inesperada (Covid-19) y más aún cuando el costo de capital es sumamente concesionario en los actuales momentos.
Seguro que alguna aplicación se le dará a los fondos captados en exceso, si ese es el caso, y más cuando hay tantas necesidades insatisfechas.
Ante la virulencia de la crítica debido al anuncio de un porcentaje por otro al extremo de dañar reputaciones profesionales e irrespetar bien ganado reconocimiento social, profesional y académico se puede colegir que primero se busca protagonismo o se quiere simplemente que se le tome en cuenta para representar un sector de la oposición o que se le llame para alcanzar un contrato de asesoría.
De manera que se debe ser cuidadoso al externar críticas de esas índoles y más cuando nadie tiene la verdad absoluta en un entorno tan difícil como el que se vive al hacer pronósticos, pues el más ducho de los profesionales de una disciplina puede errar.
Qué fácil es criticar cuando no se está ante el evento económico o financiero en la búsqueda de la solución que serviría de antídoto del problema para la toma de decisión y más cuando una población clama de manera desesperada para que se le busque sustento.
Ante esas virulencias el llamado es para que se critique pero de forma mesurada y con ánimo de no dañar a nadie sino constituirse en ser parte de la solución.