Por: Dr. Virgilio M. Malagón Álvarez, PhD
Para «El Mundo de los Negocios» y demás Multimedios de The Ballester Business & Media Group, Inc
Amigo Lector:
A partir de este 9 de septiembre de 2023, los líderes de las economías más grandes del mundo se han reunido en Nueva Delhi, India, para la Cumbre del G20. Con el tema “Una Tierra, Una Familia, Un Futuro”, su objetivo será dar forma a la política económica global para el próximo año, incorporando debates sobre el crecimiento sostenible. Además, se tratará de comprender la nueva economía que abordará tanto la pobreza como el cambio climático, de una manera decisiva, y explorar otras ideas recientes sobre la economía global y la resiliencia geopolítica.
El Tema o “Lema” de esta cumbre se cimenta en la siguiente presunción:
Se asume que todas las economías tienen restricciones a la captación y uso de los recursos fiscales. Estas economías, tendrán que sopesar esas limitaciones con las implicaciones de no atender las necesidades urgentes y de una población económicamente empoderada y un clima inestable.
Este presunción va acorde con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la ONU que aspiran a lograr una nutrición, salud, educación, agua potable, energía y condiciones de vida adecuadas para todos.
En adición, el concepto de empoderamiento económico seria la Piedra Angular estas aspiraciones. Para cada país, habría que estimar el punto en el que las personas pueden satisfacer sus necesidades esenciales y comenzar a tener cierta seguridad; explorar cómo avanzar hacia un mundo en el que las personas realicen más su propio potencial.
Las acciones que se tomen (o no) en esta década determinarán qué tipo de mundo heredará la próxima generación.
Por lo tanto, esta cumbre abordará cuánto progreso podría ser factible para el 2030.
Sin un progreso más rápido, en materia de empoderamiento, la próxima generación podría llegar a la edad adulta mal preparada para los empleos del futuro, lo que pondría a muchos en riesgo de quedarse aún más atrás.
Se asume que el crecimiento, impulsado por la productividad, eleva los ingresos y eleva los niveles de vida, al tiempo que libera la capacidad de financiación fiscal y financiera, necesaria para un futuro con bajas emisiones. Mientras tanto, la innovación, que va de la mano con el crecimiento, puede reducir los costos de las tecnologías necesarias para reducir las emisiones. Esto podría reducir el gasto necesario para la contemplada transición y reducir el riesgo de que, como resultado, los hogares enfrenten costos más altos.
Sin embargo, existen factores que pueden dar al traste con esta Agenda.
El empoderamiento económico global implica que miles de millones de personas tengan una demanda creciente de energía, mientras que una transición desordenada a cero emisiones netas podría crear desafíos de asequibilidad e implementación.
De ahí que, muchos hogares pueden considerar la inversión en la transición como un proyecto que excluye las perspectivas de que sus vidas mejoren, pero dado que las poblaciones más pobres están más expuestas a los riesgos físicos del cambio climático, reducir esos riesgos es parte de garantizar el bienestar general.
Lo anterior, supone que, que el crecimiento acelerado y la innovación empresarial podrían llevar al mundo hacia el camino para cerrar las brechas citadas. Las empresas pueden hacer importantes contribuciones y beneficiarse de nuevas oportunidades, incluso en los marcos geopolíticos actuales.
Ahora bien, las brechas económicas restantes dejan a las sociedades con opciones sobre si abordar ambos desafíos en su totalidad, en parte, o no abordarlos en absoluto.
Los países podrían priorizar una de estas transformaciones sobre la otra, o dejar ambas sin abordar más allá de lo que puedan hacer las fuerzas del mercado y sus estructuras de financiamiento fiscales y financieras.
Para cerrar las brechas sería necesario proteger el crecimiento de base contra los vientos en contra, impulsar la productividad y la innovación a niveles máximos y, potencialmente, asumir compromisos sociales equivalentes al 2 por ciento del PIB mundial, como promedio anual, durante la década (20 trillones de dólares en total).
Es importante destacar que los compromisos sociales servirían como motivaciones para procurar más innovación e inversión por parte de actores privados. Pero acciones de esta escala también llevarían a las economías a territorio inexplorado, exigiendo más atención para mantener el crecimiento económico y la estabilidad macroeconómica y social.
En resumen, todo apunta hacia un nuevo orden económico, más holístico que pragmático. ¡Que Dios nos agarre confesados!