Por: Lic. Félix Santana García
Mientras la pandemia Covid-19 se cierne sobre el mundo cobrando más vidas e incrementando nuevos infectados la economía de los países reciben el impacto negativo al permear la sociedad y la mayor parte de las actividades manufactureras, comerciales y de servicio, dejando una estela de desolación al aumentar la pobreza y la pobreza extrema, con mayor fuerza contra los países más vulnerables.
El distanciamiento y las cuarentenas para evitar la propagación del Covid-19 han llevado al aparato productivo global hacer una pausa en sus actividades y con ello la suspensión de millones de trabajadores con el temor de que sea permanente por un largo tiempo, los que hoy reciben menos o casi nada de ingresos.
En los Estados Unidos se computan ya más de 36 millones de personas paradas hasta el 15 del presente mes y año. En República Dominicana casi un millón de trabajadores formales sin labores.
Solo hay que imaginar la situación de los trabajadores informales que representan más del 60% de la mano de obra del país que tienen que salir día a día a buscar su sustento de vida, los cuales no pueden guardar estrictamente las medidas de salud para evitar el contagio.
A pesar de que los gobiernos aplican paliativos para suavizar las condiciones de pobreza y extrema pobreza a través de planes sociales, medidas de flexibilización monetaria y fiscales la situación de los individuos y familias es realmente es desesperante.
Si la situación de vida antes de la pandemia era difícil ahora con el confinamiento, distanciamiento, el temor y poco o ningún ingreso producto de la pandemia, la situación es insostenible pues no solo el aspecto financiero es el problema sino su hacinamiento, falta de agua potable, baños, sanitarios y muchas veces sin energía eléctrica.
En el caso de la nación dominicana el subsidio otorgado por el gobierno a los trabajadores que hoy se encuentran de brazos caídos por el Covid-19 apenas les alcanza para subsistir, que en la mayor parte de las veces tienen que irse a las camas con apenas un mendrugo de pan o una comida de mala muerte.
En lo que todo esto sucede algunos de los que se hacen llamar filántropos solo se preocupan por su bienestar particular al extraer el mayor beneficio de esta crisis de sanidad y otros que se dedican a vender productos o insumos médicos a sobre precios aprovechándose de los más necesitados e incautos al vender los mismos en detrimento de personas y familias que han sido afectadas por la enfermedad.
Solo basta llegar a los barrios, pueblos y campos dominicanos más paupérrimos, aislados o carentes de suerte para comprobar su difícil situación de vida.
Se sabe que la situación es global provocada por una enfermedad que nadie esperaba y que aun los que hoy disfrutan de salud no pueden asegurar que no se contagiarán comunitariamente de no observarse la más mínima regla de distanciamiento y confinamiento, pero hay muchas acciones que el gobierno puede aplicar a los fines de detectar más contagiados aumentando el número de test que les indique con mayor exactitud o precisión la cantidad de infectados para su aislamiento oportuno.
Así también garantizar que los enfermos reciban mejores atenciones hospitalarias y que dichas instalaciones dispongan de los insumos necesarios aunque sea mínimamente para la atención de los enfermos aislados y en unidades de cuidados intensivos.
La situación realmente es difícil, los enfermos y muertos aumentan en uno que otros lugares. La población se agota de estar confinada y la situación de inactividad provoca mucho estrés, trastornos de sueño, claustrofobia y pérdida de noción del tiempo.
La gran dificultad está en que la calidad de vida va de mal en peor, pues son muchas las personas que al curarse de la enfermedad o salir del confinamiento no regresará a sus puestos de trabajo quedando por supuesto sin ingresos.
La pregunta que se impone hoy es, ¿en caso de extenderse o persistir la enfermedad hasta que tiempo el gobierno podría seguir subsidiando a los trabajadores formales e informales y miembros de familias sin empleo?
Podría ser un mes o dos meses más, entonces ¿qué sucedería más allá en caso de no reabrir la economia del país en el corto o mediano plazo? Hoy hay muchos pequeños comerciantes que sienten en carne viva la inclemencia de la inactividad de sus negocios y las pérdidas que están experimentando son devastadoras, erosionando por ende sus exiguos capitales.
La pobreza y la extrema pobreza se acentúan cada día más con pocas posibilidades de revertirse en el menor tiempo posible.
La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) en su Informe No.3 titulado, “El desafío social en tiempo de Covid-19”, destaca la debilidad histórica del Estado de bienestar en la región para reaccionar ante la crisis que hoy viven millones de personas, el aumento de la pobreza, la pobreza extrema y la desigualdad en todos los países, la vulnerabilidad de los grandes estratos de la población a la pérdida de ingresos laborales, los efectos diferentes de la crisis según grupo social y su capacidad de respuesta y por ultimo las medidas de transferencias monetarias, alimentarias y de apoyo a los servicios básicos que hasta ahora se han tomado.
Respecto a la República Dominicana conforme proyecciones preliminares de la Cepal basadas en supuestos de impacto sobre el empleo e ingresos laborales sin considerar el efecto de las medidas para mitigar el efecto del Covid-19 en distintos sectores productivos bajo los escenarios de: bajo, medio y alto, sus variaciones se diferencian según la variación del ingreso medio de los hogares sea menor a la variación del PIB.
Para los escenarios: bajo, medio y alto, la extrema pobreza presenta proyecciones de 4.6%, 4.9% y 5.3%, respectivamente, mientras que para los mismos escenarios en este caso para la pobreza antes de las medidas de subsidio respecto al Covid-19, las proyecciones eran: escenario bajo 20.7%, escenario medio 21.1% y escenario alto 21.7%, respectivamente, año 2020. En promedio para el nivel de extrema pobreza año 2919 fue de 4.5% y para nivel de pobreza fue de 20.3%.
Ahora bien es menester esperar cuales serían los niveles de pobreza extrema y la pobreza del país a medida que avance la pandemia y el impacto que tendrían los subsidios a favor de los sectores más vulnerables.
No obstante a esas ayudas financieras es de esperarse que esos niveles de pobrezas se profundicen dados los efectos endógenos y exógenos negativos producto del virus que ya comenzaron a resentir la economía dominicana al extremo de esperarse una leve recesión.
La Cepal concluye que La crisis puede profundizarse y originar malestar, desconfianza y desafección democrática, lo que constituye un riesgo importante para la cohesión social.
Urge avanzar en un pacto social centrado en el bienestar y los derechos en las distintas etapas del ciclo de vida para enfrentar los impactos de la crisis, planteando una lógica de protección colectiva e igualdad, con respuestas solidarias en los costos y el financiamiento, lo que requiere nuevos pactos fiscales.
La pandemia ha puesto al descubierto no solo las limitaciones estructurales del modelo económico vigente, sino también las fallas e insuficiencias de los sistemas de protección social y de los regímenes de bienestar en general.
Avanzar hacia el trabajo decente, fomentar la corresponsabilidad en los cuidados entre el Estado, el mercado y las familias, y promover el acceso universal a la protección social, asegurando el acceso a sistemas de salud pública de calidad, es imprescindible para proteger las condiciones de vida de toda la población.
Para salir de la crisis es necesario repensar el modelo de desarrollo y consolidar las dimensiones económicas, sociales y ambientales del desarrollo sostenible, sin dejar a nadie atrás, como se plantea en la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible.
Son retos importantes para los gobiernos del área y las nuevas autoridades que asumirán la gestión del Estado dominicano a partir del 16 de agosto de 2020 a los fines de evitar un colapso socioeconómico en la nación.