Cuando la Diáspora No Vota

Por Rodolfo R. Pou, Arquitecto, Empresario & Político

La semana pasada presenté un breve ensayo titulado “Un ‘Cover’ a la Diáspora, para entrar a su país”, donde exhibía una circunstancial oportunidad para que la conocida políticamente segmentada diáspora de la Florida tomara una tregua y fijara de manera unificada una opinión específica sobre un tema que nos impacta a todos.

Un momento autorreferencial y oportuna coyuntura que se ha presentado en mucho tiempo a fin de que nosotros, los de la denominada diáspora que vivimos en el Estado de la Florida, fijemos una postura sobre este relevante tema. Una ocasión única que no debe ser desaprovechada en este sentido. El hecho detonante citado era y sigue siendo el gravamen que se les está cobrando a los dominicanos residentes en el exterior al comprar un pasaje aéreo para viajar a la República Dominicana, a la sazón, nuestro país de origen.

En aras de continuar creando espacios de interés colectivo que permitan un cambio en el clima personal o sectorial de nosotros los dominicanos que vivimos fuera de Quisqueya, esta semana quiero traer otra situación similar a colación. Una no tanto circunstancial sino periódica y que también creo que puede servir de unificación y fortalecimiento de nuestra segmentada diáspora.

Fijando el marco referencial, este primer lunes de septiembre se cumple una semana desde que se celebraran “Elecciones Primarias Ordinarias” o elecciones de medio término en la Florida. Comicios a favor de la escogencia de candidatos partidarios de los partidos en los Estados Unidos para presentarse a la contienda general de este próximo noviembre.

En esa misma convocatoria y boleta también los votantes tenían opción de elegir uno que otro Comisionado Municipal y algunos jueces locales, puestos que no requerían de afiliación política partidaria y sucedió el pasado martes que siempre antecede la celebración del Día del Trabajo o “Labor Day” en los Estados Unidos.

La fecha observada para “el trabajador” no coincide con la del resto del mundo que suele celebrarlo el primero de mayo de cada año. La respuesta del porqué esto sucede, puedes encontrarla en la publicación de mi artículo del año pasado para esta misma fecha, titulado “Los dominicanos vienen a trabajar”.

Unifico el artículo en el marco de estos dos eventos por la importancia que ambos poseen y sobre todo, porque uno es complemento del otro. Labor y voto, simbólicos pilares de una participativa y efectiva democracia capaz de crecer a su máximo potencial cuando los principios subyacentes de una diáspora valiosa y positiva participan activamente.

Ese pensamiento no es uno utópico ya que en los Estados Unidos todas las comunidades que han optado por ser parte del tejido de esta nación votan en los procesos eleccionarios y antes de hacerlo por miembros de otra diáspora generalmente lo hacen por la suya, sin embargo, lamentablemente la realidad es que la diáspora dominicana en la Florida no es así, por ello quizás, está destinada a tener los mandatarios y representantes que el sistema les impone.

Nosotros los dominicanos como tantos otros extranjeros venimos a esta nación americana a laborar. Pasado el tiempo y establecido el estatus que nos permite ejercer el voto me pregunto ¿Cuántos ejercemos ese derecho? Un sufragio que define y determina nuestro diario vivir, no así el voto que logramos en la isla y en calidad de ciudadano ausente hace más de una década. Ese solo otorga la falsa sensación de elegir presidentes a la vez que asegura una representación legislativa que hasta ahora ha ido desde lejos, más ausente que el adjetivo con el que se nos define. A ese voto no es al que me refiero, sino al voto que nos impacta directamente. El de aquí y para aquí. El que rige sobre nuestra cotidianidad.

¿Qué cantidad? me pregunto otra vez. ¿Cuántos asumen de manera responsable e inteligente con propósito y comunidad en el pensamiento este derecho al sufragio? Es precisamente ahí que fijo mi segunda postura en igual número de semanas.

Un momento autorreferencial que nos permite una pausa en nuestras diferencias para coincidir de manera unificada a favor de un tema. En este caso el de un candidato nuestro y la necesidad final de en nuestra calidad de dominicano y miembro de la diáspora, apoyar a uno, a varios o a todos ellos.

En estas elecciones de medio término en el Estado de la Florida se presentó Patricio Moreno, emprendedor en Bienes Raíces y quien luego de una valiosa, pero fallida participación hace unos años donde buscaba lograr un curul en la Legislatura Estatal, ahora regresó en busca de ser Comisionado por el Condado Miami-Dade.

Lamentablemente Moreno también perdería esta contienda ya que el titular solo requirió de nueve mil y tantos votos para asegurar su escaño. Pensemos en eso por un momento. En esta cifra, de solo nueve mil votos.

En las elecciones generales de noviembre en los Estados Unidos se presentarán otros tres dominicanos. El primero de ellos será el maestro de intermedia, Francisco Vargas, quien se está presentando cuesta arriba en busca de ser Comisionado por la Ciudad de Hollywood. Un escenario un tanto más anglo que latino al Norte de Miami.

También perfilándose para un cargo similar, pero en la Ciudad de Doral, está la investigadora médica, Digna Cabral. Ambos interesados en lograr superar a los titulares de esas plazas en las elecciones donde posiblemente no mucho de más de los 9,000 votos sea necesario para lograrlo.

Por último, está la abogada de migración Mayra Joli, quien, a pesar de ser Republicana, ha optado por presentarse como Independiente para evitar la congestionada y reñida “Primaria” de su partido original. Joli aspira a ser Congresista de los Estados Unidos para representar el vacante Distrito 27 del Estado de la Florida este próximo noviembre.

Y ahí el punto donde creo que los dominicanos de la diáspora del Sur de la Florida pueden coincidir, incluso, a pesar de su fraccionamiento político en la isla, púes no tiene ningún tipo de sentido que en un Estado donde más de 175,000 personas se identifican como dominicanos y de los cuales más del 60% de ellos pueden ejercer el voto, ¿Cómo es posible que no haya un solo dominicano en un cargo electivo en ninguna de las 410 municipalidades o 120 distritos legislativos? Realmente insólito y más cuando existe señales de que con un esfuerzo unificado pudiéramos lograrlo. Pues donde quiera que un dominicano pueda postularse, les aseguro que existe una comunidad de no menos de 2,500 votantes que pudieran impactar su elección.

A pesar de nosotros haber estado aquí en la Florida mucho antes que los mismos cubanos, todavía, ninguna de las ciudades en el Centro y en el Sur del Estado cuentan con un miembro de nuestra diáspora en responsabilidades fiscales, judiciales, legislativas o cualquier otra de carácter político.

Votar como labor social, dignifica nuestra representación y potencializa nuestras exigencias. Hacerlo de manera consciente apoyando a uno de los nuestros nos permite mayor poder político y un favorable acceso a la creación de las políticas y programas que impactan nuestra sociedad y comunidad. Pero para lograrlo hay que apartarse de los colores por un momento. Tenemos que votar de manera unificada alrededor de candidatos de la Diáspora, pero no solo con el sufragio, sino que voy más allá, tenemos que contribuir con asesoría, convocatoria y los consabidos aportes económicos, necesarios para el triunfo de todo candidato.

Apoyemos sus posturas y políticas de manera unificadas sin importar si el mensajero es o tiene familia perredeísta, peledeísta, reformista, modernista, aguilucha, liceísta o el color de su preferencia en política partidista.

El beneficio de la duda es el mayor de los dotes de una persona ecuánime. Es la herramienta por excelencia para dar espacio al pensamiento y el análisis antes de emitir opinión sobre el nuevo ruido que perturba el alma, sus valores e intereses. Muchas veces nos encontramos siendo más crítico con los nuestros que con los demás sin antes sacar tiempo para rendir ese beneficio. Aquí en la Florida como en el resto de los Estados Unidos existen dominicanos muy preparados y créanme que los hay en demasía.

Pero estamos muy dispuesto a votar por figuras procedentes de otras naciones y a la vez ejecutar un excesivo escrutinio sobre los nuestros. Eso es algo que rara vez admitimos pero que debemos traer a la luz. Es por ello por lo que diásporas como la colombiana, nicaragüense, haitiana, venezolana y la cubana, quienes llegaron mucho después que los dominicanos, hoy día ocupan curules, comisiones y alcaldías.

Ese descredito y canibalismo contra los de uno debe quedar en el pasado. Ese innecesario gesto entre los hijos de una misma patria debe caducar y ser reemplazado por un apoyo contundente. Aceptemos que durante siempre lo hubo e iniciemos una nueva etapa de apoyo colectivo, alrededor de temas que nos afectan de manera conjunta y candidatos que nos representen.

Que sea un secreto a voces que los dominicanos votan en masa por los suyos primero y que, si han de votar por otro, solo lo harían si el candidato representa los mejores valores e intereses a favor de la diáspora criolla. Eso no tiene nada de malo. Lo que posee es el poder de una comunidad que a pesar de tener el cuerpo aquí y el pensamiento allá, es capaz de determinar su presente en el lugar donde vive.

Que crean otros que la diáspora no vota. Y que sigan creyendo que no lo hace porque está distraída con los ruidos de la isla y su local fragmentación. Acabemos de aceptar que nuestros intereses están aquí y no necesariamente en la Patria donde viven nuestras emociones.

Laboremos y votemos como nunca. Asumamos el mayor de las potencialidades de nuestros subyacentes valores y acabemos de unificar la diáspora alrededor de estos candidatos locales, que el peso del compromiso en quedar bien sea el peso de su gestión, porque de la forma en la que nos hemos estado comportando, es prácticamente imposible hacer Patria en el extranjero, más aún cuando la Diáspora no vota.

 

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