Una información publicada en varios diarios de la República Dominicana, el 28 de noviembre del 2013 (yo la leí en «El Día», Pág. 28), calzada con la firma de Senabri Silvestre, y titulada «Turismo podría perder Millones», debe haber preocupado a los empresarios turísticos, principalmente a aquellos inversionistas en estructuras en las costas dominicanas.
La información da cuenta de que «el país está perdiendo playas a un ritmo que podría perder entre 52 y 100 millones de dólares de inversiones del sector privado en estructuras turísticas, debido al cambio climático».
Estas declaraciones fueron vertidas por el señor Daniel Foote, Ministro Consejero de la embajada de los Estados Unidos, durante un almuerzo ofrecido por la Cámara Americana de Comercio al celebrar ésta sus 90 años.
Remarcó Daniel Foote su preocupación “sobre las consecuencias que tiene la pérdida de arrecifes, manglares y humedales en zonas turísticas, y destacó que el país se encuentra entre las 10 naciones más vulnerables a los efectos del cambio climático”.
Bueno, enterados los empresarios turísticos de esta situación habría que saber qué piensan sobre estos otros dos vértices de lo que parece ser un amenazante triángulo en roj la pérdida de la Cordillera Central como posible futuro de extensión del turismo, y el riesgo de contaminación nacional a causa del cianuro.
Veamos este vértice. Si el turismo dominicano proyecta su crecimiento lógico hacia el interior de la Isla, orientado en la búsqueda de destinos naturales de bosques, montañas, ríos, cascadas, cavernas, arte rupestre indígena, agroturismo, turismo cultural rural, parques nacionales, interacción con la población rural… ecoturismo en términos generales, ya tendría que ir renunciando a ese proyecto lógico debido a que la Cordillera Central está siendo entregada a la inversión megaminera a todo su largo y ancho, dado que la Cordillera Central está considerada por los megamineros como poseedora de “el cinturón del oro, la plata y el cobre”, y como tal, ya se están instalando en ella con proyectos de exploración y futura explotación megaminera.
Veamos este otro vértice. Si se instala la megaminería a lo largo de la Cordillera Central (ver mapa adjunto), como augura la “predicción” de ser “un país minero”, y como dijo Scott Jobin-Bevans que sería en febrero del 2012 para “The Gold Report” *, significa que se va a usar cianuro en toda la Cordillera Central, provocando la contaminación aérea (atmosférica), hídrica (las aguas), pluvial (las lluvias) y edáfico (los suelos). No hay forma de librarse de eso cuando el cianuro está presente. No hay manera de evitarlo, ya está más que demostrado. Y en condiciones como esas no hay turismo que se aventure a zonas devastadas, envenenadas y sin belleza.
El empresariado turístico dominicano se encuentra en estos momentos advertido por las ciencias y por la consejería de los Estados Unidos de que va a sufrir pérdidas incalculables en la costa, la pérdida de las playas, principal atractivo presentado por la República Dominicana, y pérdida de las estructuras, como consecuencia inmediata del cambio climático.
Pero también está advertido de que si se permite en nuestro país la megaminería y el cianuro en la Cordillera Central no tendrá para donde crecer ni buscar alternativas. Entonces, ¿qué van a hacer los empresarios turísticos? ¿Vender Santiago, San Francisco de Macorís, Barahona y la Capital como atractivo turístico? No creo.
Ante la inminente posibilidad de la pérdida de las playas como consecuencia del cambio climático, el empresariado turístico no puede hacer otra cosa más que enfrentarse a la propuesta megaminera y evitar su instalación en la Cordillera Central, pues no quedará otro remedio que el de mover el turismo hacia el interior del país, garantizar las aguas fluviales, garantizar la producción agrícola local, garantizar la producción de energía hidráulica y eólica, y garantizar la integridad de las bellezas escénicas en nuestras montañas y valles, cosas imposibles si se queda la megaminería y el cianuro.