Al día de hoy los smartphones se han vuelto una pieza fundamental de la vida de los individuos, y la penetración e impacto que éstos tienen sigue en crecimiento. No son sólo la principal herramienta de comunicación, sino también para consumir contenido como música en streaming, video en alta definición, aplicaciones demandantes como juegos con gráficos 3D, e incluso Realidad Virtual. A esto debemos sumar que las pantallas de los smartphones cada vez son más grandes y de mayor resolución, además de contar en algunos casos con bocinas estéreo más potentes.
Todas estas funciones vienen a un costo energético muy alto, que la industria en general ha tenido problemas por resolver de forma efectiva. Parece increíble que en 2017 los dispositivos de gama alta aún sufran por la autonomía de la batería, que en algunos casos no logre cumplir con un día completo de uso. A la par de esto, las velocidades de carga son cruciales para que un dispositivo cumpla con las necesidades de los estilos de vida modernos, y es aquí donde la industria en general ha mostrado poco avance.
Una gran parte de los smartphones insignia de gama alta que llegan a nuestro mercado usan procesadores fabricados por Qualcomm, que desde hace cuatro años introdujo la tecnología Quick Charge, con la intención de convertirse en el estándar entre los dispositivos Android que usan sus procesadores. Desafortunadamente esto no ha sido tan exitoso, porque el nivel y el tiempo de adopción entre los fabricantes han variado drásticamente.
Para ponerlo en perspectiva, para junio de 2017, ya había más de 130 dispositivos que usaban alguna versión de este estándar de carga rápida, y Qualcomm ya estaba introduciendo Quick Charge 4+, el estándar de carga rápida para los dispositivos con procesador Snapdragon 835, con la promesa de cargar 15% más rápido que su antecesor (la versión 4.0, que fue introducida en 2016), y de brindar un 30% más de eficiencia energética. Pero cuando el consumidor sale a buscar un smartphone que use esta tecnología se llevará la sorpresa de que con la excepción del ZTE nubia Z17, casi ningún dispositivo permite la última generación de carga rápida de Qualcomm.
Dispositivos insignia de 2017 que usan procesadores compatibles con Quick Charge 4+, aún están usando estándares viejos: el Sony Xperia XZ Premium usa Quick Charge 3.0, así como los LG V30, LG G6, y el HTC U11. Todos éstos son considerados tope de gama de 2017 e implementan tecnología de carga del año pasado. Por su lado, los dispositivos estrella de Samsung, los Galaxy S8, Galaxy S8+, y Galaxy Note 8 todavía usan el estándar Quick Charge 2.0, tecnología del año 2015, a pesar de usar procesadores Snapdragon 835, considerados como los más modernos de Qualcomm.
Este problema se crea debido a que todos estos fabricantes dependen de un tercero –o sea Qualcomm– para que desarrolle tecnologías que puedan usar con todos los estándares de seguridad necesarios, y el número de factores a sortear entre la cadena de manufactura y la optimización de hardware y software, e incluso accesorios, hace que su implementación se estanque entre la media de la industria.
Otro de los actores relevantes en la industria es Apple, que desarrolla sus propios procesadores con la intención de optimizar los recursos de la batería desde nivel hardware. Sin embargo, una de las mayores quejas de los usuarios de iPhone es la duración de sus baterías. Esto se debe a factores básicos, empezando por el tamaño de la batería: mientras la media de la industria entre los smartphone premium es contar con una batería con 3,000mAh de capacidad, el iPhone 8 –presentado en septiembre de 2017, y que usa su nuevo procesador, el A11 Bionic– cuenta con una batería de apenas 1,821mAh, siendo incluso de menor capacidad que su predecesor. El iPhone 8 Plus tiene 2,675mAh, también por debajo de la media de la industria. El iPhone X promete contar con un par de horas más de uso que el iPhone 7, pero Apple no ha revelado números concretos, y tiene la desventaja energética de contar con una pantalla 23% más grande, y una resolución casi tres veces la del iPhone 7.
El otro problema de los dispositivos de Apple es que aún hacen uso de la tecnología de carga Lighting, introducida desde 2012. Si bien los dispositivos Android de gama alta ya adaptaron el estándar USB-C –incluso sin usarlo con su potencial completo– los nuevos iPhone usan tecnología con más de 5 años de antigüedad. Para aliviar esto, tanto el iPhone 8, como el iPhone 8 Plus, y el iPhone X, implementan por primera vez carga rápida, que promete llenar la batería de los dispositivos al 50% en sólo 30 minutos, sin embargo, esto no se puede hacer con el cable Lighting que vienen incluido en la caja, sino que es necesario comprar un cable adaptador USB-C y un cargador extra, cuyo costo total comienza en $75 USD, y se incrementa dependiendo del modelo.
Por el otro lado, Huawei ha resuelto el problema de autonomía y velocidad de carga de una forma sencilla y accesible para el usuario. Ya que sus dispositivos insignia –o sea la serie P y Mate– usan procesadores Kirin, diseñados y fabricados por Huawei, por lo que el nivel de optimización de recursos sucede a nivel software y hardware, permitiendo el desarrollo de la tecnología patentada SugerCharge. Esta tecnología, permite a sus dispositivos cargar en tan sólo 30 minutos la batería necesaria para un día más de uso en el caso del HUAWEI P10 Plus (con una capacidad de 3,750mAh), y para un día y medio en el HUAWEI Mate 9 (con una batería de 4,000mAh). Ambos equipos usan el estándar USB-C con tecnología SuperCharge, que mediante la comunicación en tiempo real entre el cargador incluido con el dispositivo, logran altas velocidades de transferencia de energía pasando por estándares de seguridad de 8 capas de protección, que además mantienen al dispositivo con a una temperatura de 5 °C por debajo del promedio de la industria.
No todos los actores de la industria de dispositivos móviles están atenidos a las mismas limitantes y es importante que los consumidores puedan analizar los beneficios que cada fabricante ofrece.
Las ventajas de una tecnología como SuperCharge es el resultado de un conjunto de factores como como el tener un procesador de la casa y el no escatimar en términos de hardware, como baterías de alta capacidad y conexiones con los estándares más altos, como el USB-C, todos disponibles en los equipos que están en este momento al alcance del consumidor final, teniendo en la puerta la llegada de la siguiente generación de procesadores de Huawei, el Kirin 970, que traerá incluso mayores optimizaciones de duración de batería y tiempos de carga, y estará disponible a finales de 2017.