Por: Lic. Félix Santana García
Economista, Profesor Universitario
Desde que a finales del siglo XVIII se aplicaron las primeras técnicas presupuestales en el Parlamento Ingles, las naciones, empresas y personas del mundo no han dejado de apreciar la importancia de llevar cada año presupuesto como un instrumento de desarrollo económico y social.
La República Dominicana, para no ser la excepción, aplica las indicadas técnicas presupuestales, hoy más perfeccionadas, desde que se fundó la nación dominicana en 1844 con la creación del Ministerio de Hacienda, primera institución que se creó para la administración de las recaudaciones de los ingresos y el control de los gastos públicos del primer gobierno de la naciente República encabezado por el General Pedro Santana.
Desde ese entonces las finanzas públicas dominicanas han sido manejadas antojadizamente y de forma subjetiva conforme el interés político y personal de los gobernantes y sus grupos de poder.
A tal punto que para corregir muchas de las irregularidades administrativas de la cosa pública dominicana el Gobierno Norteamericano a través de un equipo de técnicos fiscales de esa nación, intervino las aduanas con el propósito de que se le honraran los compromisos deudores que mantenía el país con esa nación.
Ha sido una lucha titánica la que han librado agentes económicos y público en general del país para que el Presupuesto General del Estado de cada año sea bien formulado y correctamente ejecutado a los fines de que los ingresos captados sean debidamente asignados y aplicados.
Pero lamentablemente por más que se ha insistido esto no se ha logrado pues siempre prevalece el interés personal por encima del interés general lo que ha dado al traste con presupuestos deficitarios causados por un gasto sin calidad.
Y por una rémora que ha carcomido las simientes mismas de las infraestructuras que servirían de zapatas para erigir una nación dominicana prospera de ciudadanos más conformes y satisfechos con los servicios públicos que se financian con el dinero que se le extrae de sus bolsillos por concepto de: impuestos, gravámenes y tasas.
Hoy en día, siguen formulándose y ejecutándose presupuestos con importantes faltantes o déficits, los cuales los incumbentes del área fiscal del gobierno atribuyen a que la presión tributaria del país es de solo un 14.2% del Producto Interno Bruto (PIB) pero nada se habla de la desorganización y agrandamiento del aparato estatal.
Siempre se resisten hablar acerca de los gastos operacionales del gobierno y solo se refieren a que los gastos van en aumento y no recuerdan que los recursos por más que ingresan a las arcas del Estado o de cualquier empresa o familia siempre son escasos.
De ahí, precisamente es que constantemente se trata en los libros sobre administración de empresas públicas o privadas, que es muy fácil gestionar en la abundancia no así en la escasez, pues es ahí donde Frederick Taylor, padre de la administración moderna, expresa que se requiere aplicar el arte y la ciencia de la administración.
Se habla que existe el gasto público el cual se maneja como una sola variable, cuando en realidad existen miles de gastos que tienen un impacto diferente en la economía.
El gasto público se refiere al consumo de ese sector, el cual incluye el gasto corriente: personal, compras, servicios, intereses de la deuda, subvenciones o transferencias y gasto de capital o inversiones a largo plazo.
El rubro más importante del gasto público en los gobiernos es el gasto social. Aquí se incluye el gasto en educación, salud, seguridad social, infraestructura mínima, entre otros.
Regularmente el gasto social es muy reducido en comparación con las necesidades de la población, de ahí que muchos economistas expresan que esta situación da origen a una versión de “trampa de la pobreza”, en la que al no fluir los recursos necesarios y suficientes para el desarrollo, el dinero invertido tiene rendimientos muy inferiores a los que tiene en países desarrollados, por lo que las necesidades van creciendo.
El tema de la corrupción hace vulnerable cualquier plan de desarrollo que se tenga.
El gobierno no responde a una racionalidad económica, sino a una racionalidad política. De ahí se desprende que el gobierno no tiene un gasto público que dependa del ingreso, ni la inversión pública responderá a la tasa de interés o al nivel de capital en la economía como sucede en el caso de la iniciativa privada.
El gobierno decide su nivel de gasto e inversión por cuestiones ajenas a la economía y es por esto que el gasto público se considera una variable exógena al modelo económico.
La inversión pública se considera dentro de la teoría, dividida en dos partes, una correspondiente con la inversión privada y que responde a los mismos fines y otra similar al gasto público y por lo tanto, exógena.
En general, el gasto público será el gasto del gobierno que está determinado desde fuera del modelo y la inversión pública no se estudia independientemente de la privada.
Los déficits fiscales no son buenos pues el dinero que le falta al gobierno debe obtenerlo de algún lado; o se lo presta alguien o lo imprime. Cualquiera de estas fuentes de ingresos adicionales puede generar inflación. De manera que el déficit fiscal permanente a la larga redundará en más inflación.
De alguna forma, tarde o temprano los déficits o excesos de gastos frente a los ingresos provocarán inflación, de manera que cada vez que el gobierno hace uso del financiamiento interno y externo está originando que los intereses aumenten al tiempo de que succiona dinero de los ahorros privados limitando a este sector a dinamizarse.
Cabe invitar al poder ejecutivo y congresistas a que sopesen bien el daño que le están provocando a las finanzas públicas dominicanas al permitir más déficits fiscales a ser financiados con más deuda lo cual en el tiempo se hará insostenible.
La falta de recursos financieros suficientes para atender las necesidades básicas de los dominicanos, provocado por la mala administración de las finanzas públicas, está llevando a las autoridades hacer elucubraciones creativas para agenciarse de más dinero tal el caso de una reciente subterránea reforma fiscal que sigilosamente comienza aplicarse: aumento en la adquisición de los marbetes para la circulación de vehículos, aumento de pago de los peajes, uso de los fondos de pensiones, entre otros.
El pueblo debe estar vigilante de la voracidad fiscal del gobierno pues, en un abrir y cerrar de ojos, lo dejaría sin el sustento de básico para la vida.
Llegó la hora de poner un tope a esta situación mediante una mayor regularización y control en el gasto público para evitar mayores endeudamientos, los cuales seguirán encareciendo el costo de la vida de los dominicanos de menos suerte y oportunidades.