Por Félix Santana García
Son muchas recetas, asesorías gratuitas, consejos diversos, estudios enjundiosos y opiniones sanas de economistas, financistas y público en general preocupados acerca de la delicada situación económica-financiera, política y social por la que atraviesa la República Dominicana, pero nada, todo se circunscribe hacer lo mismo cuando no es un secreto que el modelo está agotado y solo se espera que colapse en cualquier momento.
De las tres etapas o ciclos económico-financieros de: bonanzas, normalidad y recesión por los que una persona, familia, empresa o Estado puede pasar en la vida, se puede decir que la nación dominicana se encuentra entre los estados de normalidad y crisis.
Se podrá decir, que así es como siempre se ha desenvuelto el país por mucho tiempo y que no ha desaparecido pero los tiempos han cambiado, su población ha crecido, las demandas son otras, los cambios en su entorno se suceden con mayor volatilidad.
Hay más amenazas, los retos son otros, hay mayor competencia, en otras palabras los tiempos cambian y con ellos lo hace el ser humano y no es una excepción el pueblo dominicano.
Después de un proceso electoral traumático como el que recientemente vivió la República Dominicana es una muestra más de que algunos sectores de la vida nacional no cambian de mentalidad.
Por ningún lado no se percibe avance alguno, por el contrario todo es lo mismo, llueve sobre mojado, es el mismo circulo vicioso pero donde reside todo es en la mente de los responsables de dirigir la cosa pública que tratan siempre de imponer su criterio sobre el parecer del resto de la una población cansada de lo mismo.
Mientras países que se supone menos avanzados económica, social y políticamente dan muestra de mayor madurez en muchos aspectos que la Republica Dominicana, tal el caso de países como Perú, Bolivia, Guatemala, Haití, donde por los menos se respeta la institucionalidad llevando detrás de las rejas a presidente y vicepresidente que han infringido las leyes, han suprimido elecciones, o celebradas elecciones democráticas.
Pero la República Dominicana se encuentra estacionaria donde no se vislumbra ningún cambio positivo. Dando la mayor demostración de conservadurismo y de mentalidad arcaica.
Hoy la nación dominicana no cuenta con leyes que deben normar el desenvolvimiento de los partidos, donde imperan normas, reglas que retrasan los procesos de las instituciones haciéndoles menos operativos.
La muestra de lo anterior es la vieja burocracia que se aplica y que lo retrasa todo. Hay retrocesos en todos los estamentos del Estado. Los pequeños cambios que se operan son el fruto de más de diez años.
Para pagarse hasta los ingresos que debe percibir el Estado para hacerlo más dinámico y cumplidor de su misión y visión y de paso alcanzar los objetivos y metas que se propone lograr en un periodo determinado hay retrancas.
Es sorprendente que en vez de que fluyan los procesos de forma expedita sin traumas, de manera ágil, a los fines de que los procesos fluyan de forma fácil y la vida sea más llevadera se aplica todo lo contrario.
La explicación a todo ello obedece a que la mentalidad de quienes tienen la responsabilidad de dirigir los destinos de la nación se resisten a cambiar o variar de forma de pensar pues los atrasos favorecen su intereses particulares en contra del bien común.
Todo reside en el cerebro, sino se hace un alto o stop y se analiza de manera retrospectiva a los fines de realizar los ajustes de lugar a la luz de los nuevos tiempos el ser humano se mantiene estacionario sin aplicar los cambios que demandan los nuevos tiempos.
El problema no está en los años de una persona sino en su forma de pensar y si quienes tienen el deber y responsabilidad de conducir una nación por los derroteros del progreso de la ciencia y la tecnología y los nuevos paradigmas o modelos que requieren las nuevas generaciones entonces se tendrá un país de gentes jóvenes dirigido por personas de mentalidades viejas.
Hoy las cosas deben ser más agiles, más fáciles a los fines de dar respuestas rápidas a las exigencias de los cambios que se operan en todos los órdenes pero que muchos o se hacen de la vista gorda o no comprenden el proceso de avance y transformación por el que atraviesa la nación dominicana.
El sector empresarial habla de que el país duerme sobre una bomba de tiempo que en cualquier momento puede estallar. Las deudas públicas arropan a los dominicanos y con ellas afectan los bolsillos de los dominicanos más humildes, la delincuencia se encuentra en su máxima expresión.
La corrupción y prostitución ha hecho metástasis en casi todos los sectores de la vida nacional, se perdió la palabra empeñada, no hay respeto.
Las autoridades se mantienen en el poder por encima del bien y del mal. Todo se hace para favorecer un solo grupo, el grupo de los vive bien, para el que todo sonríe y para el que no siente que las cosas van por mal camino.
Hoy se compra o se prostituye todo hasta el mantenerse en el poder a cambio de dinero y comida que resuelve el problema de medio día. Se juega con las necesidades del dominicano. Se manipula o se subyuga a los más honestos o responsables.
El dominicano desvalido se siente impotente y opta por sumarse a la vagabundería existente para no perecer. Muchos profesionales de distintas ramas venden sus principios llegando al extremo de perder la vergüenza.
Los más firmes se mantienen sorprendidos de que un amigo o familiar se haya plegado o doblegados al actual estado de descomposición por que atraviesa su querido país.
Finalmente, solo se apela a decir: ¡dominicano despierta! No ve que te mantienen anestesiado. No ves que es el mismo círculo vicioso por el que te hacen transitar en esta vida. Rompe las ataduras.