Por Félix Santana García
La inflación es un aumento generalizado y sostenido de los precios, pero a diferentes velocidades. Es decir, aumentan los precios de los bienes y los salarios, pero estos últimos menos que los primeros. Es entonces cuando los agentes económicos perciben la inflación y sus costos.
La inflación se puede catalogar por la velocidad a la que suben los precios. Cuando los índices de precios aumentan a una velocidad menor a 10 o 20% anual, se considera que es una inflación moderada. Aumentos mayores, encima de este punto, la inflación se convierte en hiperinflación. Algunos economistas consideran que 50% mensual es la medida de la hiperinflación.
La inflación moderada es la mejor condición para la economia. expertos en la materia expresan que la inflación menor a 10% anual por cuestiones de experiencia es la mejor, pero no hay razones fuertes para designar un número específico. Incluso durante una inflación galopante se puede dar un crecimiento económico adecuado, (Macario Schettino, 2002).
Desde que se conoce el dinero la lucha contra la inflación es constante. Desde el siglo XVI, se tienen casos de inflación y de intentos desinflacionarios en toda Europa. Sin embargo, los planes antiinflacionarios más importantes comenzaron a darse en el siglo XX, gracias a lo cual ya se tiene cierto conocimiento de los orígenes de este fenómeno y se puede combatir con mayor efectividad.
Las inflaciones más importantes de dicho siglo se dieron durante la segunda mitad del mismo en Europa Central: Alemania, Hungría, Rumania y la URSS los cuales enfrentaron inflaciones de muchos ceros anuales y lo hicieron con un método que hoy se calificaría de ortodoxo.
La inflación se puede generar por un incremento de la oferta de bienes y servicios la cual tiene sus orígenes en un incremento del gasto público para reducir el desempleo, pero incrementa el nivel de los precios.
Sin embargo, existe otra forma de tener inflación pero con resultados más graves, la inflación de oferta, es decir, cuando aumentan los costos de producir una cierta cantidad de mercancías: por esta razón, a esta inflación también se le conoce como inflación de costos.
También existe la inflación inercial. Esta inflación no existe sola, es una consecuencia de alguno de los dos tipos anteriores, pero adquiere valor propio conforme la inflación original es mayor.
Lo anterior se basa en que una vez que se inicia un proceso inflacionario el mecanismo de formación de expectativas de los agentes económicos se distorsiona de tal forma que dichas expectativas se convierten, a su vez, en generadoras de inflación.
Hay dos formas de inflación inercial la que han tenido cierto éxito tal el caso de las expectativas de los agentes con respecto al consumo y el ahorro. Si un agente percibe que la inflación va en aumento esta desestimulará el ahorro porque los intereses que se pagaran por los ahorros serán negativos, en términos reales.
La decisión de gastar el ingreso es general, y esto provoca que la demanda se desplace ya que la propensión marginal al consumo se incrementa.
La otra forma de inflación es la conocida como de contratos traslapados. Como los trabajadores deben cuidar el aumento salarial la cual debe de durar hasta la próxima ocasión en que tengan revisión o se firmara un nuevo contrato.
La inflación es un problema porque redistribuye la riqueza, pero de forma negativa y porque distorsiona los precios relativos. La inflación tiene su origen en crecimiento de la demanda, en reducción de la oferta y en mecanismo de inercia.
Para reducir la inflación existen planes ortodoxos y heterodoxos. La diferencia radica en que los heterodoxos incluyen intervención directa del gobierno en los mercados.
No siempre la inflación depende de la cantidad de dinero en mano del público sino también de la demanda y los gastos y costos, pues cuando la demanda aumenta los precios tienden a incrementarse pues los productores y comerciantes se ven tentados en obtener más utilidades o ganancias vendiendo más caros los bienes y servicios.
Lo mismo sucede cuando los gastos de transporte, energía, impuestos e insumos aumentan encarecen los bienes y servicios llevando a productores y comerciantes a elevar los precios con el propósito de tener capacidad de enfrentar el costo de reposición de sus inventarios.
La inflación no debe ser muy baja o muy alta ya que si es muy alta desestimula el consumo y la producción y si es muy baja también provoca los mismos efectos así como incremento del desempleo.
De manera que la inflación debe ser moderada y estable para así tanto los productores, comerciantes como los consumidores se vean acicateados en producir y comercializar y los consumidores a no posponer sus compras para el futuro esperando más bajos precios.
En ese sentido, la meta de inflación no debe ser cero o negativa ya que afectaría el movimiento económico de la nación. Lo dicho viene al caso en razón de que: autoridades gubernamentales, economistas, financistas, comentaristas, analistas, entre otros, celebran que en un periodo determinado la inflación sea muy baja o negativa.
Si la inflación es muy baja o negativa es porque la población no dispone de los medios financieros para hacer frente a tan bajos precios y lo mismo sucede desde el punto de visto de las empresas que estas no se estimulan en producir bajo los estándares preestablecidos de calidad de bienes y servicios.
De manera que las empresas reducirían su flexibilidad si la inflación es muy baja o negativa ya que no buscarían mejorar la calidad de lo producido sino pueden cobrar más por los bienes y servicios que estas ofrecen.
Lo mismo sucede en el campo de la banca central de un país que este no podría hacer uso de su política monetaria a través de la tasa de referencia de ser la inflación negativa.
Es por ello que la banca central procura siempre que su meta de inflación se encuentre entre 1% y +-4.5% a lo fines de poder controlar la estabilidad macroeconómica de un país.
Es importante evitar caer en los extremos de que la inflación sea muy alta o de que esta sea muy baja ya que lo uno y lo otro le hace mucho daño a la economia de la nación.