Soy coherente. Mi coherencia, que algunos llaman terquedad, es un compromiso identitario que funge como pegamento entre lo que quiero ser y lo que soy, un rechazo tajante a disfrazar, o cambiar mis convicciones hondas por algún beneficio o cisteres mezquinos.
La coherencia no me vuelve una mula empecinada. Vivo entre libros y tuits y me voy abriendo a saberes que modifican.
Cuando aprendo algo que es verdadero y bueno, lo asumo como parte de mi equipaje cognitivo, afectivo también. Mi coherencia sigue intacta, porque adquiero razones para defender mejor los temas que por amor investigué para creer aún más en ellos, y defenderlos con más bríos.
De ahí que no tengo que retractarme lo que digo cuando lo creo, lo pienso y lo investigo.
Por eso, no puedo complacer al Prof. Lidio Cadet que me solicita retractarme de lo que plantee en Rueda de Prensa en abril junto a otros 3 exministros de educación.
No me retracto, porque en la Rueda de Prensa que él cuestiona, los 4 exministros solo hicimos comentar una investigación periodística que develó el montaje de unos “graduandos” que no eran tales, organizado por el alcalde Roberto Salcedo.
No solo nosotros reaccionamos al montaje. Fue tal la conmoción ante este reportaje acucioso que el propio gobierno creó una Comisión para investigar el caso.
La amenaza de Lidio Cadet de someternos si no nos retractamos es una muestra de intolerancia exacerbada ante el disenso, ínsito del sistema democrático.
El Prof. Cadet demuestra que no existe tal democracia en nuestro país, haciéndole un flaco servicio a su partido y a su gobierno al intentar intimidarnos ¡y nombre de don Juan de quien aprendí a fortalecer la coherencia que traje en mi ADN!
No me desdigo de lo que dije sobre el “montaje”. Les tengo miedo a los ratones y a los sapos, pero mi coraje cívico se mantiene pese a los 85 años que hoy cumplo.
No solo cuestionó la mascarada convocada por Roberto Salcedo, sino, ampliando mi crítica incluyo al Programa QAC en su conjunto. Lo afirmo con dolor. Creí en él, pese a mi renuencia de opositora radical a participar en actividades de gobiernos ajenos, acepté ser miembra de la Junta Nacional de Alfabetización, movida por mi pasión de maestra y mi compromiso como ciudadana activa.
Como dice Neruda: “Yo estuve ahí, y mantengo el testimonio”. Me fui desencantando, porque hacía preguntas que nunca obtuvieron respuestas. Del silencio sobre mis cuestionamientos pude inferir que el QAC no marchaba bien.
Sé algo sobre Educación de Adultos; mi Programa Especial de Educación Ciudadana (PEEC) fue asumido como un modelo por UNESCO, y trabajé con expertos internacionales, como el inolvidable Pepe Rivero.
En concentraciones masivas, incluso con la presencia del Ciudadano Presidente de la República se entregaron certificados a miles de alfabetizados, NUNCA logré que me informaran, cuales sindicadores de desempeño se utilizaban para medir las competencias lectoras.