Para la mayoría de las mujeres, trabajar y cuidar niños son tareas difíciles de compatibilizar. Sin embargo, lo hacen funcionar. Malabares logísticos; abuelos, tíos, amigos y vecinos que dan una mano, así como dinero invertido en personal de cuidado son parte del combo de una madre trabajadora. Y si algo falla, muchas se plantean la posibilidad -o la necesidad- de renunciar o reducir horas de trabajo.
Actualmente, en América Latina y el Caribe hay casi 46 millones de mujeres de 25 años de edad o más con algún nivel de estudios terminado pero que están fuera del mercado laboral.
Si bien la brecha de participación en el mercado laboral está presente durante todo el ciclo de vida y es superior a los 30 puntos porcentuales, se amplía durante los años fértiles (entre 24 y 45 años). Este grupo, que concentra la proporción más grande del capital humano disponible y no aprovechado en el trabajo remunerado, también es el que tiene la mayor parte de madres con niños pequeños.
Esta brecha no tiene que ver con una cuestión educativa.
A pesar de las similitudes en las cifras de niños y niñas que logran completar su educación – especialmente en la escuela primaria -, se estima que hay un 7% más de mujeres en escuelas secundarias y un 30% en niveles terciarios, de acuerdo al Banco Mundial. Sin embargo, los altos niveles de acceso a la educación de las mujeres no se traducen en el ámbito laboral.
Las mujeres tienen los empleos más vulnerables: a tiempo parcial o por cuenta propia, que usualmente responden a la necesidad de flexibilidad, ya que la mayoría tiene una demanda desproporcionada del cuidado de niños y ancianos.
De acuerdo al sitio de investigación periodística Chequeado, el ingreso masivo de las mujeres en el mercado laboral no fue acompañado con una división más equitativa de las tareas dentro de los hogares (lo que se conoce como la “revolución estancada”). Esta situación actualmente recae en los hombros de las mujeres, quienes en países como Argentina, dedican casi el doble de tiempo que los hombres a las tareas no remuneradas de cuidado.
Justamente, la investigación “Educación que rinde. Mujeres, trabajo y cuidado infantil en América Latina y el Caribe” realizada por el Banco Interamericano de Desarrollo y publicada en la serie del Banco Mundial, “Latin American Development Forum Series”, establece una luz al final del túnel: más y mejores servicios de guardería brindan una opción fundamental de política pública para incrementar la oferta de mano de obra femenina.
Aproximadamente un 8% de niños entre 0 y 3 años tiene acceso y usa servicios formales de cuidado; al mismo tiempo se estima que en la región un 5% de los hogares reportan que los niños se quedan solos en casa, al cuidado de otro menor, o se los llevan las mamás al trabajo. Esa es la realidad en la que tienen que concebirse estos programas y que nos ha motivado a estudiar cómo se puede llegar al mayor número asegurando los estándares de calidad necesarios,explican las autoras Mercedes Mateo Diaz, especialista en Educación del Banco Interamericano de Desarrollo, y Lourdes Rodríguez Chamussy, economista de la práctica de pobreza y equidad del Banco Mundial.
Guarderías como política pública
El estudio recolecta numerosas experiencias en países como Suecia, Canadá, Dinamarca y Estados Unidos que prueban que las guarderías subsidiadas por el estado ayudan a incrementar la participación femenina en el trabajo y al mismo tiempo, esa inversión vuelve con creces debido al aumento de la productividad, como consecuencia de la incorporación a tiempo completo de la mujer al entorno laboral.
Las experiencias que existen en América Latina muestran efectos positivos de la participación laboral de la mujer en la economía. Las mujeres tienen entre 2 y 22% más oportunidades de estar empleadas si cuentan con guarderías subsidiadas por el estado, además de que pueden acceder a mejores empleos.
La evidencia que se sintetiza en este estudio revela que en Argentina, por ejemplo, si un niño pequeño va a preescolar, su madre trabaja casi ocho horas más por semana. En México, el efecto de las guarderías subsidiadas incrementó en seis horas por semana la dedicación de las mamás en el trabajo. En Chile, un estudio encontró que guarderías con ubicaciones cercanas al trabajo y horarios compatibles con la jornada laboral aumentan la participación de las mujeres.
Sin embargo, el estudio de Díaz y Rodríguez hace algunas salvedades.
“La hipótesis central es que el éxito de las políticas de cuidado infantil depende de sus niveles de uso, y esto a su vez depende de cómo se integren en los programas ofertados los aspectos de calidad y conveniencia” explica una de las autoras. “Por muy bueno que sea un programa educativo no podrá contribuir a cerrar las brechas existentes si los niños no están inscriptos o no asisten a los centros porque están muy lejos, cuestan muy caros, o los horarios no son compatibles con la jornada laboral de la madre”concluye.
Inversión que rinde
Pero este no solo es un tema de igualdad de género, también es una cuestión económica. Las guarderías aumentan la participación laboral femenina. Y la entrada de la mujer al trabajo puede aumentar en un 7%, en promedio, el PIB de la región.
Por otro lado, el estudio establece que el aumento de la participación y los ingresos económicos de las mujeres puede reducir la pobreza actual y futura elevando los niveles de consumo y de ahorro. Las autoras sostienen que los países de la región están frente a una oportunidad única de aprovechar su estructura demográfica y cosechar las inversiones en educación de las últimas décadas para capitalizar el potencial de su fuerza laboral.