Por: BERNARDO VEGA
Cinco sucesos recientes han vuelto a poner en el tapete el tema sobre si nuestro país cuenta con capacidad para seguir endeudándose en moneda extranjera.
Primero vino el tardío reporte del Fondo Monetario Internacional (FMI) el cual reconoció que existe capacidad adicional para tomar prestado, al comparar la relación deuda/PIB dominicana con esa misma relación en los países centroamericanos. Sin embargo, sugirió que una mayor proporción de nuestra deuda sea en pesos, es decir vendida localmente, no en dólares.
Segundo, se publicaron los reportes de Fitch y otras agencias, mejorando la clasificación, el “rating” del país, lo que abarataría el endeudamiento.
Tercero, surgió el pronunciamiento del principal líder de la oposición, Luis Abinader, en contra de endeudamientos adicionales, al explicar que lo relevante es la proporción de los ingresos tributarios que se tienen que dedicar a repagar capital e intereses de la deuda y que en nuestro caso es altísima.En cuarto lugar recibimos el análisis de Juan Bolívar Díaz, quien explicó que el Presidente Medina había optado por la alternativa de financiamiento adicional, al presentar un presupuesto deficitario, el onceavo corrido, sin antes haber negociado un pacto fiscal que le hubiese permitido menos endeudamiento, al aumentar los ingresos fiscales y obligado a reducir los gastos. Pero prefirió no enfrentarse al empresariado y buscar la plata en el extranjero, beneficiándose de su control sobre el Congreso.
Finalmente, tenemos la declaración del Ministro José Ramón Peralta de que el pacto fiscal se hará, pero solo después de negociarse el eléctrico, implicando, sin decirlo, que tal vez no se utilizará todo el endeudamiento ya aprobado por el Congreso. Se dice que, por fin, el sector público eléctrico ha consensuado su propuesta, lo que implicaría que pronto se negociará.
Pero una cosa es endeudarse con el BID, el Banco Mundial o la USAID, y otra es vender bonos soberanos.
Bajo las primeras operaciones, los recursos son licitados, supervisados, transparentados y utilizados solo para proyectos de inversión. Los fondos provenientes de bonos soberanos, por lo contrario, se pueden utilizar para gastos corrientes, la abultada nómina, por ejemplo y, además, sin ninguna transparencia. Los bonos soberanos los pagamos a tasas con intereses comerciales, en contraste con los recursos de Petrocaribe, que ya no nos llegan, pues Venezuela no nos exporta petróleo.
Llegado el momento, usualmente se puede negociar el diferimiento de los vencimientos de los bonos, pero a un mayor costo, el conocido “roll over”.
El endeudamiento en pesos no le gusta a nuestros Ministros de Hacienda, pues tienen que pagar mayor tasa de interés. Saben que tienen la ventaja de que no corren riesgo cambiario, pero eso beneficia al próximo Ministro.
Tampoco gusta al Banco Central porque no le entran divisas. A los bancos múltiples y a los fondos de pensiones le gustan los bonos en pesos por su alta rentabilidad, hasta el día en que Hacienda declara que no los puede pagar, cosa que ha ocurrido más de una vez en la historia de nuestras finanzas, mas no recientemente.
Mi opinión: Danilo Medina, como buen peledeísta, debe desacelerar el endeudamiento externo, para el propio bien de su partido. Las posibilidades de que en el 2020, año de elecciones, estalle la bomba del crédito externo, al bajar la clasificación de riesgo del país, coincidiendo con una difícil coyuntura internacional, haría que el PLD pierda esas elecciones.
El modelo económico-político de Danilo Medina es insostenible en el mediano plazo: nóminas sobre abultadas, organismos públicos en exceso, junto con bajos niveles de recaudación impositiva, alto endeudamiento a tasas comerciales y enormes pérdidas por el no cobro de la luz. Por otro lado, hay demasiada incertidumbre en el mundo actual como para pensar que el oro no bajará, el petróleo no subirá y los turistas y las remesas seguirán igual.