Christopher Goldscheider, un reconocido violista de la Royal Opera House (ROH), sufre desde hace cinco años la peor pesadilla de un músico: perder la audición.
Todo comenzó en 2012, cuando la orquesta practicaba la pieza Die Walkure (Las Valquirias), de Wagner, y los niveles de ruido excedieron los 130 decibelios, más o menos lo mismo que la turbina de un avión.
Aunque llevaba en ese momento tapones para los oídos, el estrépito fue tan fuerte que la audición de Goldscheider se dañó de forma irreversible y, desde entonces, sufre una extraña condición llamada «shock acústico», que incluye tinitis, hiperacusia y mareos.
Ahora, el músico que compartió escenario con los Tres Tenores o Kylie Minogue, debe llevar protectores auditivos incluso para las tareas cotidianas menos ruidosas, como preparar comida.
No ha podido, incluso, ni escuchar a su hijo Ben, de 18 años, que se convirtió mientras él presentaba estos problemas en uno de los más destacados jóvenes trompetistas del país.
Pero su caso no se quedó en el daño a su carrera profesional y a su vida cotidiana.
Goldscheider plantó una demanda contra la ROH y esta semana, la justicia británica falló a su favor.
La jueza del Tribunal Supremo Nicola Davies dictaminó que había «un claro vínculo fáctico y causal» entre los niveles de ruido y la pérdida de audición del músico, por lo que la orquesta era responsable de su enfermedad.